
Algunos pensarán que con jugar bien me refiere a un juego preciosista, taconazos, pases al primer toque, posesión de balón aplastante y cosas así. Y no. El buen fútbol es mucho más que eso. Y a la Real le faltan muchas cosas para llegar al buen fútbol. Porque jugar bien implica muchas cosas. Implica saber lo que se está haciendo, y parece cada vez más claro que la Real todavía no lo sabe, ni con Coleman ni con Eizmendi, a pesar de que los dos han hecho cosas muy bien. Pero la Real no se impone en los partidos, no domina como debiera hacerlo en esta categoría de plata. Y no lo hace porque no confía en su calidad, que la tiene. Eso ocurre tanto en ataque como en defensa, porque durante buena parte de la primera mitad era sonrojante ver que el Eibar se portaba como si su camiseta azulgrana fuera la del Barça, dando sensación de peligro en cada llegada al área y volviendo loca a la defensa realista, sobre todo a sus laterales, Castillo y Estrada, ambos desbordados durante buena parte del encuentro.
Jugar bien implica, por ejemplo, aprovechar los pocos momentos de calidad que se ven. Cuando Xabi Prieto se va de dos jugadores por fin, no se puede mandar el balón a las nubes como hizo Díaz de Cerio. Cuando se sacan dos laterales ofensivos, no se pueden quedar sin cruzar apenas la línea del centro del campo. Cuando los jugadores del Eibar presionan al árbitro, no puede ser que sólo Martí se acerque hasta el colegiado para ver si puede influir en algo. Cuando se produce un claro penalti a favor de la Real, no puede ser que sigamos jugando sin más. Cuando se tiene una falta al borde del área en el minuto 42, el tiro no se puede quince metros por encima del larguero. Cuando se defiende un córner, no puede ser que los once jugadores de la Real se encierren en su área, sin dejar un solo delantero. Cuando se tiene a favor, hay que dar una sensación de peligro que no se da, aunque no haya disparo a puerta. Cuando se lanzan balones al delantero, no puede ser que Delibasic no cace ni uno solo. Y así, muchas cosas más que no pueden ser para jugar bien al fútbol.

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Lógicamente, dos jugadores, y más si ambos juegan en la parte de atrás, no pueden levantar un equipo hasta el punto de hacerle solvente y aspirante real al ascenso a Primera División. Y aún así la Real se ha quedado esta jornada a un punto del tercer puesto. Otra vez, y van dos semanas consecutivas, la Real ha dejado pasar la oportunidad de auparse a la zona más noble de la tabla. Dos semanas sin ganar nos han dejado con la miel en los labios y han apretado muchísimo la parte alta de la clasificación. Y es que esta Real, a pesar de estar a un punto del objetivo, es séptima. Ya son muchos los equipos que se han metido en la lucha. Además de Numancia y Málaga, algo escapados en este momento, están metidos, al menos, el Sporting, el Celta, el Elche y el Castellón. Queda mucho para que esto acabe y hay que seguir.

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Visto lo que se vio sobre el campo, uno de los peores partidos de la temporada, no fue de extrañar que el Eibar acabara amparado en continuas pérdidas de tiempo, lo que no me gustó mucho teniendo en cuenta la hermandad en la grada y de los clubes. Pero en realidad no podía acabar de otra forma. Y eso que el Eibar quizá mereció el punto, y muchos pensarán que incluso los tres. Pero era el Eibar, de eso podemos estar seguros. El Barça jugó el domingo en casa ante el Osasuna, y esos de las camisetas rojas y azules venían desde Eibar dispuestos a hacer el partido de la temporada. Eizmendi pidió la misma ilusión que podían desplegar los eibarreses. Pero el problema de la Real no es de ilusión o de entrega. El problema de la Real es netamente futbolístico. Y eso, insisto, no va a impedir luchar por el ascenso e incluso conseguirlo. El fútbol es así, que reza el tópico...
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