lunes, febrero 04, 2008

REAL SOCIEDAD 1 - EIBAR 1 Esta Real juega así de mal

Comenzada ya la segunda vuelta, es probablemente el mejor momento para asumir que esta Real juega así. Así de mal. Con fichajes o sin ellos. Con canteranos o con foráneos. Da igual, no es una cuestión de nombres. Porque el equipo, a priori, no es malo, pero juega así. Simplemente juega así, sin que haya nada que pueda servir de explicación clara y directa. Que nadie se asuste, que incluso con este juego es posible subir a Primera. ¿Ejemplos? Los que queráis. El Madrid de Capello, aquella Grecia campeona de Europa.... El fútbol actual no exige jugar bien para ganar. Se pueden lograr muchos triunfos sin jugar bien. Y esta Real puede ser un nuevo ejemplo de ello. Ojalá lo sea. Pero el partido del sábado ante el Eibar fue la expresión perfecta de ese mal juego en muchos sentidos.

Algunos pensarán que con jugar bien me refiere a un juego preciosista, taconazos, pases al primer toque, posesión de balón aplastante y cosas así. Y no. El buen fútbol es mucho más que eso. Y a la Real le faltan muchas cosas para llegar al buen fútbol. Porque jugar bien implica muchas cosas. Implica saber lo que se está haciendo, y parece cada vez más claro que la Real todavía no lo sabe, ni con Coleman ni con Eizmendi, a pesar de que los dos han hecho cosas muy bien. Pero la Real no se impone en los partidos, no domina como debiera hacerlo en esta categoría de plata. Y no lo hace porque no confía en su calidad, que la tiene. Eso ocurre tanto en ataque como en defensa, porque durante buena parte de la primera mitad era sonrojante ver que el Eibar se portaba como si su camiseta azulgrana fuera la del Barça, dando sensación de peligro en cada llegada al área y volviendo loca a la defensa realista, sobre todo a sus laterales, Castillo y Estrada, ambos desbordados durante buena parte del encuentro.

Jugar bien implica, por ejemplo, aprovechar los pocos momentos de calidad que se ven. Cuando Xabi Prieto se va de dos jugadores por fin, no se puede mandar el balón a las nubes como hizo Díaz de Cerio. Cuando se sacan dos laterales ofensivos, no se pueden quedar sin cruzar apenas la línea del centro del campo. Cuando los jugadores del Eibar presionan al árbitro, no puede ser que sólo Martí se acerque hasta el colegiado para ver si puede influir en algo. Cuando se produce un claro penalti a favor de la Real, no puede ser que sigamos jugando sin más. Cuando se tiene una falta al borde del área en el minuto 42, el tiro no se puede quince metros por encima del larguero. Cuando se defiende un córner, no puede ser que los once jugadores de la Real se encierren en su área, sin dejar un solo delantero. Cuando se tiene a favor, hay que dar una sensación de peligro que no se da, aunque no haya disparo a puerta. Cuando se lanzan balones al delantero, no puede ser que Delibasic no cace ni uno solo. Y así, muchas cosas más que no pueden ser para jugar bien al fútbol.

¿Cuál fue el resultado de eso? El partido del sábado, un mal partido, en el que la Real no mereció ganar aunque tuvo algo más de dominio territorial y de llegada en la segunda parte. Y es que sólo hay dos jugadores que mostraron categoría sobre el césped desde el minuto 1 hasta el 90. Xabi Prieto hizo un par de jugadas, Aranburu alguna que otra conducción individual, y Díaz de Cerio marcó un gran gol de pillo. Pero jugadores de categoría sólo se vieron dos: Asier Riesgo y Mikel González. No descubro nada hablando otra vez de Riesgo, el mejor portero de la categoría, que hizo dos grandes intervenciones en la primera parte, como en casi todos los partidos. Pero de Mikel se habla poco. Y el sábado hizo un partido majestuoso, cortando todo lo que se podía cortar y multiplicándose para tapar los huecos que dejaron sus compañeros de zaga. Sobresaliente.
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Lógicamente, dos jugadores, y más si ambos juegan en la parte de atrás, no pueden levantar un equipo hasta el punto de hacerle solvente y aspirante real al ascenso a Primera División. Y aún así la Real se ha quedado esta jornada a un punto del tercer puesto. Otra vez, y van dos semanas consecutivas, la Real ha dejado pasar la oportunidad de auparse a la zona más noble de la tabla. Dos semanas sin ganar nos han dejado con la miel en los labios y han apretado muchísimo la parte alta de la clasificación. Y es que esta Real, a pesar de estar a un punto del objetivo, es séptima. Ya son muchos los equipos que se han metido en la lucha. Además de Numancia y Málaga, algo escapados en este momento, están metidos, al menos, el Sporting, el Celta, el Elche y el Castellón. Queda mucho para que esto acabe y hay que seguir.
Ahora bien, la Real juega mal y no saca partido a sus armas, pero el sábado hubo un factor clave sobre el campo. El árbitro. Nefasto durante todo el partido en la señalización de faltas, en las amonestaciones, en la ley de la ventaja y en casi todas las facetas de su trabajo, en la segunda parte decidió que tenía que ser el protagonista y se tragó dos penaltis a favor de la Real. El primero, de escándalo, una mano de un defensa eibarrés en un salto con Xabi Prieto. Y me acordé, claro, del penalti contra el equipo txuri urdin del pasado año en San Mamés, una mano de Aduriz que el árbitro convirtió en infracción de Labaka y gol del Athletic. No tiene suerte la Real en los derbis con estas jugadas, no... El segundo, también muy claro, se cometió sobre Delibasic, en su única intervención relevante en todo el partido, que quedó en nada gracias a la lamentable actuación del trencilla. En Eibar se quejaron los locales del árbitro. Aquí la queja, con toda la razón del mundo, debe ser txuri urdin.
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Visto lo que se vio sobre el campo, uno de los peores partidos de la temporada, no fue de extrañar que el Eibar acabara amparado en continuas pérdidas de tiempo, lo que no me gustó mucho teniendo en cuenta la hermandad en la grada y de los clubes. Pero en realidad no podía acabar de otra forma. Y eso que el Eibar quizá mereció el punto, y muchos pensarán que incluso los tres. Pero era el Eibar, de eso podemos estar seguros. El Barça jugó el domingo en casa ante el Osasuna, y esos de las camisetas rojas y azules venían desde Eibar dispuestos a hacer el partido de la temporada. Eizmendi pidió la misma ilusión que podían desplegar los eibarreses. Pero el problema de la Real no es de ilusión o de entrega. El problema de la Real es netamente futbolístico. Y eso, insisto, no va a impedir luchar por el ascenso e incluso conseguirlo. El fútbol es así, que reza el tópico...

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