domingo, noviembre 27, 2011

BETIS 2 - REAL SOCIEDAD 3 San Iñigo Martínez

¿Cómo explicar lo que ha pasado hoy en el Benito Villamarín? Siguiendo lo que dijo Montanier en la víspera, aquello de que las críticas obedecen a las victorias, habría que alabar lo que hay hecho la Real en Sevilla. Pero no. Lo que el técnico francés no comprende es que las reacciones son a lo que se ve, no a lo que señala el marcador al final. Y es que Montanier casi destruye un partido que en el minuto 79 estaba ganado y finiquitado, ante un rival que estaba muerto, que no tenía gol y que marcó dos en cinco minutos. Pero hemos ganado.¿Por qué? Porque la Real ha descubierto un santo que se llama Iñigo Martínez. Que ya no es que haya marcado el mejor gol de la Liga, es que ha marcado los dos mejores. Idénticos. Valiosos. Y preciosos. Iñigo ha vuelto a marcar desde el centro del campo, como lo hizo ante el Athletic. Pero hoy lo ha hecho nada menos que en el descuento y con el resultado de dar a la Real tres puntos de oro. Eso es un milagro (que no oculta la genialidad del golpe del central realista) de esos que suceden una vez en la vida. Y es un milagro que no puede empañar que el partido estaba ganado y que Montanier casi lo pierde. Pero apareció San Iñigo Martínez. Santo de verdad.

No había mucho margen para la sorpresa en el once inicial, pero aún así Montanier ha dejado su habitual toque. Llorente se quedó en el banquillo y el delantero titular fue Agirretxe. Y Mariga fue también suplente, dejando su puesto a Elustondo (Pardo saltó al césped en los últimos diez minutos para intentar arreglar un desaguisado; para esto, a mi juicio, mejor que ayude al Sanse, que también lo está pasando mal), que debutaba así esta temporada. Quizá el movimiento táctico más destacable fue precisamente colocar a Elustondo como pivote único, con Aranburu y Zurutuza por delante. El comienzo del partido otorgó un espejismo: a los cinco minutos, Agirretxe tuvo una clarísima ocasión a la que respondió Casto con un paradón inconmensurable. Espejismo, digo, porque el dominio del balón y del campo fue del Betis. No es que el equipo de Pepe Mel supiera muy bien lo que hacer, porque apenas le generó peligro a Bravo (una parada, en realidad, en los primeros 45 minutos), pero el partido estaba en su terreno. Lo mejor que ofreció el equipo de Montanier es una fortaleza defensiva que, seguramente, encontró dos explicaciones. La primera, el gran estado de forma de sus centrales, que son lo mejor del equipo esta temporada. La segunda, un dibujo en el centro del campo más coherente y con jugadores más adecuados.

En el minuto 21 se produjo la jugada que tendría que haber sido clave en el partido. Casto le hizo un claro penalti a Griezmann, cuando el francés ya le había regateado y, desde el lateral del área pequeña, ya preparaba el disparo para marcar el 0-1. La infracción se quedó en amarilla, cuando la Real no ha disfrutado de esa benevolencia arbitral, sin ir más lejos, en el penalti que se le señaló en Vallecas a Iñigo Martínez. El Betis se mantuvo con once jugadores y la Real, para mayor desgracia, no cambió el 0-0 del marcador. Ya es mala suerte que para una vez que se le pita un penalti a la Real, le falte su infalible lanzador, Xabi Prieto. Griezmann asumió la responsabilidad y dejó claro que, ahora mismo y lejos de la protección que en su día le ofreció Martín Lasarte y otras personas a su alrededor, no está para asumir responsabilidades en este equipo. El francés es un gran jugador y no se le puede decir que le falte voluntad en los partidos, hoy ha derrochado trabajo y esfuerzo. Pero no le salen las cosas. No sé si es que tiene la cabeza en otro sitio, no comprendo cuál es la causa, pero le faltan muchas cosas. Y el penalti que ha lanzado, lo evidencia. Flojo y fuera. Jamás puede ser un gol un penalti así.

El fallo de Griezmann le pasó factura a la Real, que despareció del campo hasta el descanso.Y ahí se apareció la suerte de tener enfrente a un rival más deprimido incluso que la Real. El Betis no estaba para grandes gestas y no la protagonizó en estos minutos. El centro del campo txuri urdin encajaba en defensa, con un trabajo descomunal de Zurutuza y corrección por parte de sus acompañantes. Atrás había seguridad, la que no se había terminado de conseguir en muchos partidos anteriores, aunque sus laterales apenas se incorporaron al ataque. Y delante es donde estaban las dudas. Griezmann se quedaba en la voluntad. Vela sólo ofrecía individualidades, sin llegar a entrar nunca en la dinámica del equipo, como no lo ha hecho en toda la temporada. No pareció penalti una jugada en la que lo reclamó y que, en cambio, resultó ser el imperdonable desperdicio de un contraataque de cuatro realistas contra dos defensas béticos. Y Agirretxe se peleaba hasta con su sombra. Creo que lo que está haciendo el de Usurbil tiene un mérito increíble, porque le está tocando la parte más ingrata de su trabajo, la de pelear y pelear, sin ver necesariamente frutos. Pero esta vez el fútbol fue generoso con él y castigó a Montanier y a sus planteamientos. A los diez minutos de la segunda mitad, Agirretxe marcó el 0-1. De cabeza y en el córner más clásico posible. Al infierno con la pizarra de los gilicorners. El gol, además, era el premio a una actitud txuri urdin diferente.

Diferente porque, de nuevo, demostró que entra mal en los partidos, que tira las primeras partes y que cuando en las segundas se da cuenta de que es superior a sus rivales se los comienza a comer. Se comió así al Barcelona o al Athletic, ¿cómo no se iba a comer al Betis por mucho que el partido se jugara lejos de Anoeta? Además del gol, Griezmann estuvo a punto de marcar en un despeje del portero que le rebotó en la espalda, dio un mal pase a Agirretxe cuando éste estaba solo para marcar el gol y hubo un balón al larguero (¡uno más esta temporada!) que debió servir para sentenciar el partido. Y ahí es donde entró en juego Montanier. El equipo estaba defendiendo bien, pero el técnico decidió cambiar precisamente la defensa. Craso error. En otro giro sorprendente, el técnico francés decidió colocar una defensa de cinco, con Demidov y sacando a Elustondo del campo. El invento pareció salirle bien dos minutos después, cuando el inconmensurable Agirretxe batallón sin medida por un balón que sirvió en largo a Vela para que marcara el 0-2. Es su primer gol con la camiseta de la Real. Quedaban 18 minutos para el final y el partido tendría que haber quedado sentenciado. Pero quedaba el efecto del cambio de Montanier.

En primer lugar, queda claro que la Real no sabe jugar con defensa de cinco. Es lícito poner un autobús para defender un resultado, guste más o menos, pero la forma escogida por Montanier fue la equivocada. En lugar de quitar a alguno de los dos hombres de banda, a Griezmann o a Vela, retiró a un mediocentro. El centro estaba sosteniendo a la Real y Montanier lo desbarató. Y decir que una defensa de cinco no funciona en la Real no es cuestión de los resultados, es cuestión de ver los partidos. ¿Por dónde entró Higuaín para marcar el 0-1 del Real Madrid en Anoeta contra una defensa de cinco? Por el centro. ¿Por dónde entró Pereira para marcar el 1-2 del Betis hoy? Por el centro. Y sin presión desde el centro del campo, desmantelado con el primer cambio de los dos que hizo el técnico francés. Pereira hizo el primero a falta de diez minutos y el empate cuando quedaban cinco, tras recoger el rebote de una falta que no había cometido Vela pero que otro mal árbitro, Álvarez Izquierdo, no dudó en señalar. Este jugador, por cierto, fue uno de los cambios de Pepe Mel, un entrenador que probablemente será cesado tras esta derrota pero que al menos intenta ganar los partidos desde el banquillo. Mel se lanzó como loco a por el empate, dejó una defensa de tres y buscó abrir el partido por las bandas y por el centro. Y lo consiguió. Montanier quiso defender una victoria por la mínima. Y fracasó.

Cuando el partido estaba a punto de morir, apareció San Inigo Martínez. Hay que ponerle un monumento a este jugador, absoluta revelación de esta Liga para la Real y que ya ha marcado los dos mejores goles del campo. Y es un central, ojo. Otro golpeo absolutamente genial desde su campo se convirtió en el 2-3. Qué golazo. Qué obra de arte. Qué alegrón. Pero qué puntual también. Es decir, que este gol da tres puntos a la Real. Fuera de casa, que tiene aún más mérito. Marcando tres goles, que sí, que tiene su importancia. Pero no se puede escapar que la Real tiró el partido en cinco minutos de una forma lamentable, con la misma cobardía con la que ha jugado demasiados partidos ya esta temporada y ante un rival que demostró ser poca cosa y que, además, tenía a su público en contra. San Iñigo Martínez y su gol nos llevan a esta hora fuera de los puestos de descenso, pero los problemas de la Real siguen muy vivos. ¿Qué va a pasar ahora? No tengo ni idea. Pero el milagro de un santo, que además es un pedazo de futbolista, no puede esconder que el entrenador de la Real no tiene las ideas claras, no sabe cómo sacar rendimiento a las virtudes del equipo y que si no fuera por milagros como el de hoy o aquel de Estrada ante el Granada, estaríamos muy hundidos en el pozo. No lo estamos. Respiremos al menos. Pero toca reflexionar.

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