domingo, enero 20, 2013

REAL SOCIEDAD 3 - BARCELONA 2 Inolvidable

Hay días que no se olvidan. Días que marcan la vida de un aficionado. Que convierten la afición por un equipo en devoción, en una forma de sentir y de pensar. El 19 de enero de 2013 es uno de esos días. Para ese hermoso recuerdo que durará de por vida, da igual cómo se jugara ese partido. Si todo salió bien o si el azar echó una mano. No importa la actuación del árbitro ni las incidencias del partido. Lo que importa es ese instante en el que la felicidad llena el corazón, el alma y el cuerpo. Ese momento en que te das cuenta de que has vivido algo grande. Porque a partir de ahora todos recordaremos dónde estábamos el 19 de enero de 2013 y cómo vimos el partido en el que la Real Sociedad se convirtió en el primer equipo que derrota en la Liga al Fútbol Club Barcelona. Tendremos en nuestra cabeza ese gol de Agirretxe en el minuto 91. Se lo contaremos a nuestros hijos, a nuestros nietos, a nuestros amigos y a todo aquel que nos quiera escuchar, con una sonrisa de oreja a oreja y un orgullo que se nos saldrá del pecho. Porque lo de este día, San Sebastián mediante, fue algo grande de vivir, en Anoeta, en un bar o en casa. Daba igual. La Rea hizo inolvidable el momento.

Fue algo memorable por el fondo. El rival era el Barcelona que venía de firmar la mejor primera vuelta de la historia, con 18 victorias y un empate. No importaba que llevara dos temporadas sin ganar en Anoeta, algunos todavía se escudaban en los suplentes que sacó Guardiola en ambos encuentros para no darle a la Real, uno de los 18 equipos que no cuentan para los medios de comunicación, el mérito que tenía. Ayer Tito Vilanova salió con todo. Absolutamente con todo. Y con todo perdió. Pero sobre el campo no había cuatro balones de oro, sólo uno de cuero y la victoria da a la Real un hueco en la historia. Por el rival al que derrotó pero también, como hiciera hace dos años, porque supone la defensa de su marca más preciada, los 32 partidos sin perder de la temporada 1979-1980, un récord milagroso que ha sobrevivido a los más grandes equipos de la Historia. Pero también, por supuesto, es memorable por la forma en que se produjo. Hace algo más de un año, la Real empató tras ir perdiendo 0-2. Ayer la remontada, que iguala la mayor de la Historia del centenario equipo txuri urdin, fue completa. Esta remontada iguala la mayor de la historia acometida por la Real. Y contra este Barça el mérito de la hazaña se multiplica.

No sorprendió Montanier con su alineación. Con acuerdo o sin él del entrenador que todos llevamos dentro, su once tenía explicación. Sabedor de que la posesión sería del Barcelona, optó por sacar del campo al centrocampista que mejor se lleva con la pelota, Rubén Pardo, para introducir un stopper, un Markel Bergara que no estuvo mal pero que tuvo menos trascendencia, por ejemplo, que en el encuentro de hace dos temporadas contra el Barça. Y ante la sequía goleadora de sus dos delanteros, decidió recuperar a Vela como falso nueve, buscando movilidad y velocidad en la punta de ataque. Los primeros minutos del partido no fueron los mejores para evaluar el acierto de la propuesta porque los errores individuales y puntuales amenazaron con que el partido se convirtiera en un paseo para el Barcelona. Un fuera de juego mal tirado por los centrales propició la primera ocasión de Messi. La mandó fuera. Pero al minuto siguiente marcó por otro fallo individual, esta vez de Bravo, que hizo un mal despeje con el pie que recogió Iniesta, que le pasó el balón a Messi. Con la defensa descolocada por el mal inicio de jugada del chileno, Iñigo Martínez dudó entre cerrar el tiro o el tránsito del argentino hacia el área. Y un Balón de Oro no duda ante esas cosas. Disparó desde fuera del área y colocó el balón junto al pelo derecho de Bravo.

El 0-1 era el primer gol de Messi en Anoeta. Y llegó tan temprano, en el minuto 6, que no sólo recordaba al encuentro de la temporada pasada sino que ponía a la Real en una situación delicada. El movimiento de Montanier de colocar a Markel en el centro corría el riesgo de fracasar por derribo. Pero el partido siguió marcado por cuestiones puntuales y no por el dominio absoluto de uno de los dos equipos. Primero Undiano Mallenco perdonó una escandalosa tarjeta a Busquets por cazar a Chory Castro sin opción de llegar a la pelota, una de esas tarjetas que este mismo partido acabó demostrando que tienen un influencia capital en los partidos. Poco después hizo lo mismo con un Dani Alves que se fue sin amarilla a pesar de cometer nada menos que siete faltas. Después faltó un mínimo de precisión en lo más sorprendente del partido, una jugada ensayada de la Real muy bien ejecutada. Chory sacó una falta al interior del área hacia Xabi Prieto (el menos rápido de los atacantes, ese balón a Vela o Griezmann podría haber sido letal) y su disparo, ante la salida de Valdés, se estrelló en el lateral de la red.

Más detalles. Mikel González perdió un balón dentro del área para que Pedro rematara al palo. Griezmann, increíblemente fallón durante todo el partido pero entregado a la causa como el que más, disparó fuera. El francés y Vela fallaron en dos contragolpes que, de haber sido precisas sus intervenciones, habrían llevado muchísimo peligro. Y otro falló más, este de enorme trascendencia. De la Bella reclama un fuera de juego que él mismo rompe acabando con la línea de la defensa, como ya le sucedió en el gol de Benzema en el Bernabéu y su marca, Pedro, acaba marcado el 0-2 a pase de Alves. 25 minutos de partido y 0-2. Otro detalle. Un fuera de juego por centímetros evita que el gol de Carlos Martínez sea legal. En el minuto 39, un nuevo regalo de Bravo, en una salida que no tenía ningún sentido, le dejó la salida fácil a Messi en un pase largo de Xavi. El argentino picó el balón por encima del chileno, pero el palo volvió a salvar a la Real. Sin embargo, el partido no estaba dando la misma sensación que hace un año. Es cierto que el Barcelona pudo aumentar mucho el marcador, pero no era producto de su superioridad futbolística sino de los errores de la Real. Errores puntuales, que no estratégicos.

Faltaba sólo una pizca de acierto, tanto en defensa como en ataque, para que el partido cambiara. Y ese acierto llegó antes del descanso. Jordi Alba desvió un centro de Carlos Martínez y el balón salió buscando el cielo de San Sebastián. Griezmann lo ganó de cabeza, Vela lo bajó y lo puso para la entrada de Chory Castro por la izquierda ante un Dani Alves que llegó muy tardo. El disparo del uruguayo, que le tiene tomada la medida al Barcelona, fue certero. Gol. 1-2. Y así se llegó al descanso.Yo no vi una Real inferior al Barcelona en esos primeros 45 minutos. O no vi un Barcelona superior a la Real. Con algo más de acierto sí, aprovechando regalos de los nuestros. Pero la presión txuri urdin era buena, su colocación en defensa en los ataques estáticos del Barcelona era más que correcta y la sensación de peligro que generaban sus atacantes más que notable. Piqué, que ya había visto una tarjeta amarilla por entorpecer un saque de falta de Vela, Pujol, Jordi Alba y Alves no estaban tranquilos. Y tenían sus razones. ¿La muestra? El portentoso arranque de la segunda mitad, en el que la Real tocó tambores de guerra y se fue descaradamente a por el partido. No sé qué les diría Montanier en el descanso, pero esta vez, en contra de lo que ha venido sucediendo, fue alentador.

Illarramendi, probablemente el mejor jugador del encuentro, mejoró su estupenda actuación de la primera mitad y se convirtió en el amo del centro del campo. Es un jugadorazo y que acabara con calambres demuestra el esfuerzo que hizo Los laterales avisaron con frecuencia a sus marcadores y obligaron a que los extremos del Barça trabajaran. Y arriba, mucha movilidad y algo más de acierto en la elección y en la ejecución, aun sin crear peligro claro. La Real estaba haciendo lo que tenía que hacer para buscar el empate. Sin reproche alguno. El equipo blaugrana parecía más nervioso de lo habitual. Y Vela, intrascendente en su labor de nueve, apareció de nuevo para confirmar lo decisivo que es. Dribló a Piqué en el centro del campo y le sacó la segunda tarjeta amarilla. Vistas las amarillas que perdonó en la primera mitad, no parecía que Undiano fuera a sucumbir a la tentación pero lo hizo. La expulsión es muy justa. Y si la Real necesitaba algo más para creer que el partido no estaba perdido, eso terminó por convencer a todos los que estaban en Anoeta, abajo y en la grada. En pleno asedio txuri urdin, con varios córners consecutivos, Chory Castro enganchó un balón pasado desde la derecha, recortó hacia fuera y disparó. El balón rebotó en Mascherano y Valdés estuvo a punto de sacarlo pero entró. El delirio se apoderó de Anoeta, que vio de nuevo cómo la Real remontaba un 0-2 del Barcelona.

Ahí, con algo menos de media hora por delante, es cuando la Real dudó. El partido pedía seguir con el arreón, marcar el tercero cuanto antes y aprovechar hasta las últimas consecuencias la inferioridad numérica del Barcelona. Pero pesó más que el rival era el que era. El equipo txuri urdin cedió metros e, incluso jugando contra diez, la posesión del balón. El Barcelona supo frenar el partido. Era lo que le interesaba para dejar que la calidad pudiera decantar el resultado a su favor. Y la Real se dejó llevar. Que Montanier no hiciera su primer cambio hasta el minuto 74, cuando el físico era una baza que podía decidir el encuentro, fue una ayuda inestimable para Tito Vilanova. Pero por encima de tácticas, el partido de ayer fue de corazón. Y ahí la Real expuso muchísimo. Su defensa fue extraordinaria, hasta el punto de que el Barcelona que pudo golear en la primera mitad no le generó ni una sola ocasión de peligro en los segundos 45 minutos. Iniesta todavía tiene pesadillas con Carlos Martínez, que le sacó una amarilla en una brutal internada hacia el área que el autor del gol que hizo a España campeona del mundo tuvo que frenar con falta. Tuvo suerte, pues más tarde tuvo que ser expulsado por una patada a Vela. Quizá ya era demasiado para Undiano.

Si la presión de la Real en esos minutos ya era buena, la entrada de Ifrán fue justo lo que necesitaba. Fue extraño que los dos primeros cambios de Montanier sirvieran para retirar a Chory Castro y Xabi Prieto (gran trabajo el suyo), pues ambos parecían más enteros que un Vela exhausto y un Griezmann que sólo dio alguna pincelada interesante cuando acabó en la banda izquierda (arrancó el partido en la derecha). Pero que Ifrán se colocara en la derecha fue un gran acierto. Era el complemento necesario para que la furia de un portentoso Carlos Martínez se desatara ya sin control. Con apenas seis minutos por delante, Montanier agotó sus cambios y metió a Agirretxe por el mexicano. Y acabó siendo el hombre del partido. Ya en el descuento, cuando Undiano había señalado sólo dos minutos de añadido, Carlos Martínez llegó hasta el área rival por enésima vez. Se giró, centró con su pierna izquierda un balón precioso, de valor incalculable y allí, en el centro del área, llegó Agirretxe, ejerciendo de nueve puro para marcar el 3-2. Indescriptible la alegría que se apoderó de cada corazón txuri urdin que siente como propio a este equipo. La remontada se había consumido y el hueco en los libros de historia se había logrado de la forma más hermosa posible.

Llevamos mucho tiempo escuchando que hay que hacer un partido perfecto para ganar a Madrid o Barcelona. No es verdad. Ayer la Real no hizo un partido perfecto. Se me ocurren muchas cosas que mejorar, y algunas he deslizado en las líneas precedentes. Pero no es el día, porque lo memorable absorbió con claridad a lo criticable. La Real logró una victoria de prestigio, de las que permanecen en la memoria. Y lo hizo en el mejor de los días posibles, en víspera de San Sebastián. En el último minuto. Y derrotando al equipo que parecía imbatible, uno que, por muchos récords que logre batir, no llegará ya a los 32 partidos sin perder que lograron los Arconada, Kortabarria, Celayeta, Periko Alonso, Zamora, Satrústegui o López Ufarte. Ganar 3-2 al Barcelona es la evidencia de muchas cosas. Para empezar, de que la Real tiene el carácter que mucha gente no le quiere reconocer. O que tiene un delantero que, bien cuidado, puede dar goles. O que tiene la categoría de estar luchando mucho más arriba en la clasificación de lo que hasta ahora se ha permitido creer. Ayer la Real hizo feliz a mucha gente. Y tiene mucho más como para que no sea flor de un día, por mucho que sea el día de San Sebastián.

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