miércoles, abril 08, 2015

ATLÉTICO DE MADRID 2 - REAL SOCIEDAD 0 Dichoso equilibrio

La temporada ha acabado para la Real. Ha acabado con la derrota en el Vicente Calderón y, entre otras cosas, porque el equipo txuri urdin ha vuelto a salir derrotado de antemano en un escenario importante. No es noticia. Tampoco lo es que el decepcionante resultado se logre prescindiendo de la figura del delantero centro. Da igual que sea el Bernabéu, el Camp Nou o el Calderón. Da igual que en el banquillo esté Lasarte, Montanier, Arrasate o Moyes. La Real casi siempre sale a estos campos sin nueve, buscando un equilibrio mayor, un centro del campo contundente, un mayor control del partido. Y es raro el partido en el que juega sin nueve en el que, para colmo, no encaja un gol en los primeros minutos. Pero la Real, terca como ella sola, inasequible al desaliento ante tantos fracasos, insiste e insiste, como si por darse más cabezazos contra el mismo muro fuera a acabar cayendo. El Atlético marcó dos veces en diez minutos, pudo hacerlo más y se decidió a sestear porque el partido ya estaba acabado. Moyes no paró de gesticular desde la banda, pero sus jugadores no estaban para pensar en grandes hazañas. Esas ya, si eso, la próxima temporada.

Como se temía, Vela no estuvo en la convocatoria. Con él en plena forma todavía se puede pensar que esa estrategia sin delantero tiene alguna razón de ser, buscando que su calidad decida. Con Griezmann el año pasado a su lado, jugar así incluso dejó algunas opciones de hacer algo en el Camp Nou, en aquel partido de Copa que decidió por capricho un árbitro precisamente cuando Vela exigió el protagonismo futbolístico y no quiso pitar un claro penalti. Pero con el francés vistiendo la camiseta del rival y el mexicano viendo el partido desde la grada, optar por ese sistema pareció una temeridad. Como casi siempre, por mucho que alguna vez haya funcionado. Moyes no quiso hacer experimentos en la defensa y jugó con lo que tenía, Mikel González y Elustondo. Y ese centro del campo sobrepoblado se lo dejó a Markel, Pardo y Zurutuza, para las teóricas ayudas continuas de Xabi Prieto, Canales y Chory Castro. El resultado fue más bien discreto, por utilizar un eufemismo, y el partido quedó visto para sentencia a las primeras de cambio. Porque si salir sin delantero implica mantener el 0-0 en el marcador el mayor número de minutos posibles para dar opciones a que una contra ponga el resultado de cara, encajar pronto es literalmente un suicidio.

Hacerlo, además, en una jugada de estrategia y con un gol en propia puerta está entre lo peor que puede hacer un equipo. Corría el minuto dos cuando el Atlético, por medio de Koke, botó un córner como hay que hacerlo, exactamente como en tantas ocasiones no lo hace la Real (y eso que en el Calderón dispuso nada menos que de una decena de ellos, en los que no pudo generar ni pizca de peligro), buscando el primer palo o la aglomeración de futbolistas dentro del área pequeña y que la peine cualquier jugador. No tuvo que hacerlo ni siquiera uno de rojiblanco. Fue Mikel González quien rozó la pelota, dejó a Rulli con el molde en su salida y subió el 1-0 al marcador. Y para entonces el Atlético ya había dispuesto de una espléndida ocasión en los pies de Arda Turan, que estrelló el balón en el palo. Le dio a la Real para responder forzando un par de córners, pero fue el Atlético el que hizo el 2-0 a los diez minutos. Disparo de Koke desde la frontal, despeje de Rulli demasiado dentro de su área y gol de Griezmann en el rechace, demostrando que sigue siendo más listo que cualquier otro jugador de la Real.

El partido acabó en ese mismo momento. Y la Real comenzó entonces a dominarlo. Pero era mentira. Era la trampa que monta Simeone cuando tiene el marcador en ventaja, la misma que ya sufrió el equipo realista el año pasado cuando el marcador era incluso más asequible, el 1-0 con el que se llegó al descanso. El rival piensa que lo está haciendo bien, pero en realidad es lo que le hacen creer. Esos minutos son una fantasía, un sueño, una alucinación. ¿Que demuestra que otro partido habría sido posible jugando de otra manera? Desde luego. Pero nada más. Lo que quería el Atlético era sentenciar con mayor claridad en una contra. Eso sí, las mejores ocasiones de los rojiblancos no llegaron de esta manera. Griezmann, que al menos no celebró el gol pero que sigue doliendo precisamente por ser él su autor, pudo hacer el segundo de su cuenta particular al borde del cuarto de hora, pero no acertó a rematar en el segundo palo un córner que la defensa de la Real se comió con demasiada facilidad. Y Koke pudo hacer el 3-0 en un voleón lateral desde más de 30 metros que cogió una parábola diabólica hasta estrellarse en la parte superior del larguero de Rulli. Gámez también probó suerte desde lejos, pero el guardameta argentino estuvo seguro en esa acción.

La sentencia se veía venir pero lo triste es que ni siquiera hizo falta. Como muestra de la más absoluta imposibilidad de que el marcador cambiara a favor del equipo txuri urdin, basta decir que la Real sólo tiró entre los tres palos dos veces en todo el encuentro. La primera fue a los 20 minutos, cuando Chory Castro, de largo el más activo de los realistas en la primera mitad pero de más a menos como siempre, probó fortuna desde la frontal del área, topándose con un seguro Oblak. La segunda llegó ya en el minuto 87, y luego habrá que detenerse en esa jugada, lo que habla bien a las claras de lo poco que en realidad creyeron los realistas en una remontada. Es verdad que la circulación de balón fue interesante, con un Pardo que sigue obligando a pensar en que el centro del campo tiene que ser suyo por decreto, pero todo era parte de la ficción de Simeone. Canales también probó suerte, pero con el efecto cambiado su disparo no hizo más que alejarse de la portería de Oblak. Y los minutos pasaban a base de córners que la Real no conseguía ni rematar.

La segunda mitad no cambió el panorama en absoluto, y esos 45 minutos no sirvieron más que prolongar una agonía sin sufrimiento. Ni el Atlético quiso hacer sangre, apenas con un par de llegadas de peligro y ni siquiera con remates claros, ni la Real buscó la remontada. Porque, hay que insistir en ello, todo lo bueno que podía estar sucediendo, con un equipo txuri urdin que por momentos parecía dominar al mejor equipo de la competición como local y todavía vigente campeón de Liga, era producto de que, en realidad, no había partido. Moyes, pese al ánimo y las instrucciones que no dejaba de mandar con vehemencia, tampoco contribuyó demasiado a que su equipo creyera en que era posible sacar algo del Calderón o al menos meter el miedo en el cuerpo a los colchoneros, y demoró sus cambios lo indecible. Fue en el minuto 73 cuando renunció a su superpoblado centro del campo, sacando del césped a Zurutuza y Canales, para dar entrada a los delanteros que tenía en el banquillo, Finnbogason y Agirretxe. No era el día para evaluar nada de lo que ninguno de los dos pudiera hacer, porque sigue siendo injusto que el nueve de la Real nunca pueda lucirse ya en un gran escenario.

Para ver la absoluta relajación que había en el Vicente Calderón no hay más que atender a la reacción del público al tercer cambio realista. La pitada a Granero por su pasado madridista fue de las importantes. Un poco triste en realidad por una causa tan liviana, pero notable en todo caso. Tan segura estaba la grada de que el partido no iba a cambiar que se podía detener en esos detalles, como en las ovaciones a Fernando Torres o al propio Griezmann (sí, eso también sigue doliendo), y olvidarse de que había tres puntos en juego, porque ya estaban más que ganados. La entrada de Granero podría haber tenido un valor irónicamente superlativo si llega a convertir en el minuto 87 la falta directa de la que dispuso la Real. Oblak evitó que se rompiera esa racha de más de cinco años sin marcar un gol de esta suerte, y lo hizo lanzándose a su escuadra derecha, que es donde Granero había colocado el balón. Hubiera sido una extraordinaria forma de que el realista se reivindicara en un escenario que tan hostil se había mostrado con él tan pocos minutos antes, pero ni siquiera ahí sonrió el destino a la Real. Ese fue el segundo y último disparo del equipo txuri urdin entre los tres palos. Y así, desde luego, es imposible ganar.

A pesar de la derrota del Málaga en Ipurúa, que parecía la condición indispensable para que el objetivo de llegar a la séptima plaza fuera todavía posible, aunque utópico, la Real puso fin a la temporada en el Calderón. Ya no hay objetivos que lleven a los libros de historia la actuación del equipo en la campaña 2014-2015. Ni el sueño europeo, ni la lucha por la supervivencia. Ese es, en realidad, el nivel que ha dado la Real durante la temporada, con calidad de sobra para no pasar apuros pero con una muy decepcionante actuación general, en lo individual y en lo colectivo, como para pensar en premios que no habrían sido justos. Y ojo, que en la Real jugar sin objetivos suele conllevar una relajación que Moyes tendrá que evitar. Ese será su trabajo de aquí al final de la temporada, ese y saber exactamente qué le vale de lo que tiene para que su más que aceptable trabajo desde que ha llegado a San Sebastián tenga reflejo en el juego y los resultados de la próxima temporada. Porque esta ha llegado a su fin. Y sin nueve, sí. Dichoso equilibrio.

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